Mónica Coto Murillo
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Al final de la etapa de la adolescencia aprenden a ver cómo puede ser su futuro y sobre todo el arte de sobrevivir en un mundo tan convulso como el de hoy. A luchar con su madurez hacia el camino de ser todo un adulto.
En los y las adolescentes todo cambia. Desean mostrar iniciativa, oportunidad de tomar sus propias decisiones, pero sienten que a veces no se les da la oportunidad. Se enfocan en buscar nuevas amistades para ampliar el campo de afectividad; observan cambios físicos que ocurren en el cuerpo de los cuales quizás nunca les han dicho lo que significa esa transformación. Estos cambios en la persona hacen que se sientan en varios espacios inadaptados o inadaptadas porque ya no te tratan como niño o niña.
Esto hace que tomen actitudes tanto negativas como positivas, pero si esto no ocurre él o la joven entrará en el mundo de los mayores sin tener una poderosa razón para vivir, sin algo que lo eleve en los momentos difíciles de incomprensión, sin una esperanza que mantenga su fe en la vida, porque ésta transcurrirá sin gracia como hoja seca que lleva el viento, convirtiéndose en un esclavo de la sociedad. Imitará entonces tanto lo bueno como lo malo que hacen los demás. Por otra parte obtienen buenas actitudes cuando se preocupan por su personalidad, por el descubrimiento y vivencia de valores.
Hablar ahora de la adolescencia, sus retos y cómo los enfrentan es difícil porque en los últimos tiempos han evolucionado las formas y los contextos en donde ellos y ellas se inquietan por su propia persona, se analizan y tratan de encontrarse a sí mismos.
Los y las adolescentes enfrentan retos todos los días de su vida. La escuela, el colegio, los amigos, la sociedad, por eso enfrentan actitudes a la defensiva creyendo que todo lo saben, les gusta llevar siempre la contraria a los padres, a los profesores, (personas que ejercen una autoridad); pero, ¿qué herramientas tienen para enfrentarlas? Los padres son los mejores consejeros pero no hacemos caso. Aparte de que muchos padres no son muy buenos para hablar con adolescentes lo que afecta para muchos y muchas el que no tengamos una comunicación abierta.
Hablar de los y las adolescentes en épocas anteriores hubiera sido mucho más fácil, por distintas razones. En tiempo atrás había respeto a las personas mayores y se obedecían sin peros, su palabra era sagrada. Contestarle a un padre o una madre era mal visto por la sociedad, no había tanta tecnología ni tanta libertad como la tienen ahora. Por lo general el padre salía a trabajar mientras que la madre se quedaba en casa educando sus hijos. Sin embargo en nuestro tiempo actual tanto el padre como la madre tienen que salir a trabajar y dejan a los y las jóvenes solos educándose con la televisión y las computadoras. Es normal que la mayoría de sus retos y temores sean los mismos, en todo momento a la defensiva creyendo que siempre tienen la razón y en algunas situaciones son demasiados sensibles, al extremo de que por la mínima cosa que uno les diga se encierran en su mundo.
Ellos y ellas tienen ideas de que solos pueden resolver sus problemas y los que no pueden resolver buscan la manera de resolverlos y muchas veces toman decisiones no tan acertadas. No tienen experiencia en la vida, y cuando se dan cuenta, en algunos casos es demasiado tarde. Quedan embarazadas, abandonan estudios o se encuentran metidos en problemas que no saben resolver.
Lo más importante es que siempre logran salir adelante, pero sería mucho más fácil si se puede contar con consejos adecuados y la comprensión de los padres para salir adelante sin tener que sufrir las consecuencias. Los padres deben buscar la manera de lograr que los y las adolescentes tengan confianza para que se puedan acercar a comentar sus dudas, problemas, y en lugar de que los padres juzguen y castiguen; aconsejen y resuelvan las dificultades juntos.
Así conforme van creciendo tanto física como mentalmente irán abriendo su coraza defensiva, y poco a poco se van dando cuenta que las cosas no eran como ellos y ellas imaginaban.
Esa confianza que los padres deben de sembrar desde niños va lograr que los y las jóvenes crezcan con una personalidad sana, sin complejos y al mismo tiempo reconociendo sus actitudes constructivas.
Al final de la etapa de la adolescencia aprenden a ver cómo puede ser su futuro y sobre todo el arte de sobrevivir en un mundo tan convulso como el de hoy. A luchar con su madurez hacia el camino de ser todo un adulto.