Arturo Varela
Actualidad Educativa
Desde décadas atrás, se ha manifestado, por sectores científicos y de organizaciones ambientales, la preocupación por cambios importantes en el clima, en la estructura de la capa de ozono, en el número de especies vegetales y animales, entre otros, que afectan el equilibrio de la vida del planeta, y, por consiguiente, la del ser humano.
A este llamado, los formuladores y tomadores de decisiones, tanto a nivel nacional como internacional, han intentado generar una serie de políticas que generen un alto en el deterioro de los bosques, en la amenaza de la vida marina, en la contaminación de los suelos, el aire. Sin embargo, aún queda mucho por hacer.
En el caso de Costa Rica, la problemática ambiental, desde sus diversas aristas, es bien conocida: sólo es necesario salir a la calle y observar la gran cantidad de basura acumulada en caños o alcantarillas, y que, con la llegada de la estación lluviosa, se desborda el agua ocasionando inundaciones, derrumbes, y hasta colapso de las carreteras más importantes del país por varios meses. En este sentido, la factura por el daño ambiental crece y afecta todas las dimensiones de la cotidianidad de las personas.
Dada la importancia de la preservación de un ambiente limpio y por el derecho a un ambiente ecológicamente equilibrado, según lo estipula el artículo 50 de la Constitución Política, esta edición está dedicada al trabajo que desde distintos ámbitos se realiza para generar respuestas a la problemática existente, y a la conservación de un ambiente en el futuro.
Desde los centros educativos hasta organizaciones de carácter privado, se generan acciones, que unidas, brindan motivación y conciencia para lograr esa sostenibilidad a la que todos y todas tenemos derecho. Los centros educativos privados han marcado una pauta importante. La construcción de huertos, la clasificación de los desechos sólidos, programas de reciclaje y utilización artística de lo que se podría considerar “basura”, así como tareas de reforestación; agregan un gran valor a la teoría impartida a los niños, niñas y adolescentes de todo el país. El mensaje es claro: seguir por este camino. Al final los beneficiados somos todos.
No obstante, el trabajo empieza en cada uno de los hogares. La educación ambiental debe ir unida a la formación en valores, inculcar el valor de la conservación de lo que es de todos y todas, y aquello de lo que todos y todas disfrutamos. ¡Que satisfacción asistir a una playa libre de residuos sólidos y sin peligro de agua contaminada!
Diferentes acciones, muchas muy simples de realizar, generan, a gran escala, notables beneficios y dan un respiro fresco al planeta. El encendido de las luces y de aparatos electrónicos únicamente cuando se necesiten, el ahorro del agua, desde su uso en el baño, hasta en el lavado de los automóviles; la clasificación de los desechos sólidos que se pueden aprovechar para la creación de nuevos productos. Cada acción cuenta, y lo más importante, involucrar a los pequeños.
Mediante estas, y otras muchas actividades, se contribuye desde el espacio más básico de la sociedad, la familia, a la conservación del medio ambiente; al tiempo que generamos una educación, forjamos y fortalecemos la cultura de la preservación de la naturaleza. No sólo es necesario adoptar las diferentes legislaciones que existe en torno a este tema, sino complementarlas con las que cada uno y cada una puede realizar en sus casas, sus lugares de trabajo, y en centros educativos.
Para el 2021 se ha puesto la meta nacional de convertir a Costa Rica como un país carbono neutral, más allá de la ambición de este propósito, y de las acciones que desde las instancias gubernamentales se pueden realizar, queda como meta de cada persona absorber esa aspiración, y poner nuestro granito de arena para que se pueda cumplir. Los centros educativos son clave. La labor es de todos y todas, ¡empecemos ya!