Lcda. Ana Balser
Directora General Colegio Saint John
Esta es una gotita nueva que acaba de formarse de un gran aguacero. Se llama Lorena y está llenita de agua clara.
Al principio, Lorena estaba preocupada de lo que podía hacer, su principal responsabilidad era cuidar que su gotita no se secara.
Poco a poco empezó a tomar confianza y se arriesgó a realizar otras actividades, como juntarse con otra gotita para conversar.
Entre lo que pidieron no hacer, estaba la de no marcar por donde pasaba, dejando un hilillo de agua, y de no alejarse mucho cuando viniera otro fuerte aguacero, pues podría ser que entrara donde no debía y algún humano la podría secar.
Pasó el tiempo y se vino un aguacero tan fuerte que todo el valle quedó inundado. Lorena olvidó las recomendaciones que le dieron y se fue feliz junto con la correntada de agua que se había formado.
La corriente de agua la llevó a la sala de una casa. Lorena apenas había comenzado a ver la casa, cuando ¡SAZ!, de un fuerte escobazo la pusieron puertas afuera.
Lorena continuó junto con la corriente hacia abajo, iba bien adolorida porque a cada rato tropezaba con piedras y ramas de los árboles que habían caído.
La verdad, estaba arrepentida de no haber sido obediente pero ya nada podía hacer, debía seguir con la corriente de agua porque volver le era imposible.
Lorena cayó en una poza de agua y aprovechó la tranquilidad de esta para descansar y sobarse los golpes que había recibido.
Estaba pensando que mejor se quedaba ahí, cuando apenas le dio tiempo de bajar la cabeza…claro era un gran sapo que vivía en la poza.
Lorena salió corriendo hecha un chorrito de agua. De nuevo, quedó sin saber qué hacer. La verdad, se arrepentía de haber sido tan desobediente, y aunque quería regresar no podía.
Estaba meditando en esto cuando vio una enorme cabeza de agua llena de troncos, palos, barro y animales de todo tamaño. Aunque quiso esquivar este montón de agua sucia, le fue imposible y se vio arrojada a un torbellino de aguas.
La gotita lloraba, se encogía y se estiraba y pensaba: “Hasta aquí llegué… ¡por qué no fui obediente!, ¿ahora qué voy a hacer?”
En ese momento, se le atravesó un tronco grande y la gotita como pudo se trepó a su lomo y ahí permaneció hasta que todo pasó, y colorín colorado, la gotita se ha salvado.
Ser obediente es el mejor camino que puedes seguir.
Debes obedecer primero al Gran Dios con sus diez mandamientos, obedecer a tus padres, ellos están en la Tierra para amarte y guiarte.