Anne Señol
Hace poco le preguntaron al escritor argentino-canadiense Alberto Mangel, autor de Una historia de la lectura, qué significa en el siglo XXI el acto de leer.
“Leer caracteriza a nuestra especie: somos animales lectores, en el sentido de que imaginamos que el mundo es narración”, respondió Mangel.
Mangel considera que ningún político ni ningún gobierno se atrevería a decir que le importa un bledo la lectura. Pero las campañas de lectura no buscan, necesariamente, hacer lectores profundos.
“Los gobiernos no quieren lectores profundos porque los lectores profundos comienzan a hacerse preguntas y no quedan satisfechos”. Mangel cuenta que Pinochet prohibió la lectura de Don Quijote por temor a que el libro de Cervantes pudiera leerse como una defensa de la desobediencia civil.
Como en muchos otros ámbitos, los costarricenses llevan una especie de “doble vida” con respecto a la lectura: por una parte, según la I Encuesta Nacional de Hábitos y Prácticas Culturales, el 97, 6% de la población sabe leer. Por otra, los ticos no se sienten suficientemente motivados para hacer de la lectura una actividad primordial para sus vidas: Casi un sesenta por ciento dijo no haber comprado un solo libro y cerca del cincuenta y un por ciento dijo no haber leído ninguno en el 2009.
Pruebas al canto.
A pesar de algunos esfuerzos, una especie de desidia y de facilismo con respecto a la lectura se ha instalado en el alma nacional. En la reciente Feria Internacional del Libro, una maestra se acercó al puesto de La Jirafa y Yo, tomó en sus manos un ejemplar de El mar de los asombros, nuestro libro para lecturas de cuarto grado, de más de 300 páginas, bellísimas ilustraciones originales y más de 500 palabras en el glosario final, y dijo: “No me sirve; pesa mucho”.
Nosotros en la editorial La Jirafa y Yo queremos contribuir a que Costa Rica sí tenga lectores profundos, cuyo placer aumente con la dificultad de la lectura y que no le moleste cuánto pesa el libro.
Los lectores profundos son los que contribuyen a renovar las sociedades.
País que no lee no crece. Persona que no lee tampoco.
El que no lee no da la talla para desenvolverse en la vida. Por eso es tan importante que niños y adolescentes lean poesía y novelas que les asistan en su descubrimiento de quiénes son y de cómo es el mundo.
Es decir, como sostiene el crítico e historiador literario francés Antoine Compagnon, la lectura tiene una función de “iniciación” en la vida.
Esa función tan importante no la cumple el flujo de imágenes dispensadas por el cine, la televisión o los juegos informáticos, pues con ellas, el imaginario personal, simplemente, no trabaja.
Aún estamos a tiempo…