Teo Mezger
Movete por tu Ciudad
En acercamiento al bicentenario de la independencia costarricense, el país se plantea grandes metas y compromisos económicos, sociales y ambientales. De acuerdo a lo suscrito en el Plan Nacional de Desarrollo, se plantea el objetivo de tener “un país solidario e inclusivo que garantiza el bienestar de las presentes y futuras generaciones, en el que la gente participa y confía en un sistema democrático e institucional, transparente y efectivo“.
Para lograr esta meta, resulta fundamental contar con el aporte de las ciudades. La Costa Rica contemporánea es un país eminentemente urbano: 72,8% de la población vive en asentamientos urbanos. El impacto de las ciudades no es menor: 70% de la producción nacional proviene del GAM. Las ciudades no son solo los lugares donde se genera el conocimiento y la innovación en ciencia y tecnología, sino también donde se concentran la producción e intercambio artístico y cultural. Son las puertas que abren nuestra economía y nos conectan con el resto del mundo.
Sin embargo, el patrón de ocupación territorial que siguen las ciudades costarricenses atenta gravemente contra la consecución de los grandes objetivos de país. Nuestras ciudades crecen de acuerdo a un modelo de ocupación del territorio en 3D –Distante, Disperso y Desconectado–, caracterizado por la expansión desproporcionada, fragmentada y no planificada de la mancha urbana. Así́, mientras la población urbana de Costa Rica aumentó 1,8 veces en los últimos 30 años, la mancha urbana se duplicó (Estado de la Nación 2015). Un modelo de ocupación territorial así́ resulta altamente improductivo, profundiza la desigualdad y genera altos niveles de contaminación y emisiones de gases efecto invernadero (GEI). A su vez, esta situación aumenta el riesgo urbano al cambio climático, potenciado por la ocupación de territorios susceptibles a fenómenos meteorológicos extremos.
La economía costarricense pretende crecer a un ritmo del 6% a 8%, pero el modelo de ciudad 3D es altamente ineficiente e improductivo, ya que aumenta distancias, tiempos y costos de traslado al interior de las ciudades. Se estima que el 25% de los costarricenses tardan hasta 2 horas en llegar a sus trabajos (Estado de la Nación 2015), lo que les significa 960 horas perdidas al año. Estas horas significan un valor de tiempo perdido de $590 millones. La situación se repite en otras ciudades del país que han experimentado sostenidos aumentos en los niveles de congestión. Estos se verán agravados por el incremento del parque vehicular, el cual se estima aumente de los 1,4 millones de unidades actuales a 3,4 millones en 2030. Por otro lado, el patrón de crecimiento extenso y fragmentado hace que las ciudades costarricenses sean ineficientes de abastecer, equipar y administrar.
Bajo el modelo en 3D resulta caro proveer servicios de electricidad, agua y alcantarillado, recolectar la basura, hacer labores de limpieza, mantenimiento y vigilancia de calles y espacios públicos. Así́, se estima que si una ciudad lograra reducir a la mitad la velocidad de expansión de su mancha urbana, se lograrían ahorros en los costos de inversión en infraestructura del orden del 30%, y del 68% en los costos de mantenimiento y operación de los servicios públicos (Embarq, 2013). En este sentido, el crecimiento en 3D no hace más que contribuir no solo a la inestabilidad financiera de las municipalidades, sino también del país entero.
El modelo en 3D promueve la desigualdad social y espacial, pues segrega a los sectores de menores ingresos, confinándolos en zonas sin equipamiento, mal servidas y pobremente equipadas, alejadas de las fuentes de trabajo y redes sociales. Asimismo, es preciso considerar que las personas menos afortunadas gastan más para satisfacer sus necesidades básicas que hace 30 años, por lo que existe una correlación entre el aumento en los gastos familiares y el hecho de vivir en la periferia urbana extrema (Embarq, 2013).
Costa Rica se ha comprometido a proteger el medio ambiente y reducir sus emisiones de GEI, pero el modelo en 3D es esencialmente contaminante, porque es intensivo en el uso de recursos naturales y energéticos, lo que a su vez contribuye a generar mayores emisiones de GEI. El patrón de ocupación territorial extendido y fragmentado dificulta además la introducción de sistemas de transporte publico eficientes, desincentiva la caminata y la bicicleta, y fomenta el uso masivo de automóvil particular (que a su vez genera mayor congestión vehicular) (Embarq, 2013).
El modelo de ciudad 3D no es producto del azar, sino la consecuencia de un sistema que se sustenta en la premisa de que el suelo urbano es un bien en extremo abundante, cuya utilización óptima se alcanza al dejar que las dinámicas del mercado actúen libremente sobre él. Este modelo apuesta por satisfacer necesidades de corto plazo, sin tener en cuenta los gigantescos costos sociales, económicos y ambientales que se generan por la incorporación indiscriminada y no planeada de suelo periférico y rural a la mancha urbana. Este escenario ha sido favorecido por una serie de situaciones a nivel nacional y local, entre ellas la falta de liderazgo en la definición de un modelo de desarrollo urbano que guíe las políticas públicas del país y la falta de coordinación intersectorial entre diferentes entes estatales y poderes municipales.