- Solo 35% de los jóvenes completa secundaria sin verse afectado por algún grado de desigualdad
Joselyn Brenes P.
Andrey Araya R.
Nicole Pérez tiene 19 años y vive en la Aurora de Alajuelita. Para ella, los exámenes de bachillerato han sido un escollo difícil de superar. En abril del año pasado tuvo que presentar nuevamente las pruebas de matemática, estudios sociales y biología. Aún debe matemática. La primera vez que las perdió, lloró de cólera, tan confiada estaba de ganarlas, a pesar de que la mate nunca fue su fuerte, confiesa con sonrisa avergonzada.
Cuando estaba en noveno año, sus padres se divorciaron y se sumió en una depresión que la hizo alejarse del colegio durante un año. Su padre, aunque nunca terminó la secundaria, tiene una empresa de demoliciones. Su madre es estilista. Tiene tres hermanos por parte de su padre, pero actualmente vive con su mamá como hija única. Aunque el ambiente familiar no ha sido el óptimo y vive en un sitio con una delicada problemática social, quiere salir adelante.
Nicole es uno de los casos que figuran entre las estadísticas de bachillerato que cada año arrojan cifras poco halagadoras para nuestro sistema educativo. El inicio de año recibió al país con la noticia de que la promoción en las pruebas de bachillerato del 2014 disminuyó con respecto al año anterior. Mientras que en el 2013 el porcentaje de promoción fue de 69,75%, en el 2014, solo el 67,92% de los estudiantes ganaron la prueba. Los medios están acostumbrados a informar sobre esto. Desde el 2002, el promedio del porcentaje de promoción no supera el 65%.
Johnny Mora era compañero de Nicole en el Liceo Teodoro Picado, de Alajuelita. Junto a ella y otros compañeros, formaron un grupo de estudio para afrontar colectivamente ese reto individual del estudiante frente a la implacable hoja del examen. Pasó todas las pruebas con relativa facilidad. Hace poco menos de dos años su familia se pasó a vivir a Santo Domingo de Heredia, ya que su padre necesitaba un lugar más grande para su negocio de distribución de pastelería, golosinas y embutidos. Son tres en la casa, un hermano mayor que ya es profesional, él y una hermana menor que aún está en el colegio. Actualmente trabaja y estudia administración en la Universidad Tecnológica Costarricense (UTC).
Dos casos opuestos, con condiciones familiares diferentes, pero unidos por la vecindad. Dos casos que podrían ser el reflejo de una sociedad que encierra contradicciones y desigualdades que inciden en el rendimiento académico, aún en el reducido espacio de 51.100 kilómetros cuadrados que es Costa Rica.
Al tiempo que Nicole y Johnny se preparaban, a finales del 2013, para presentar por primera vez sus pruebas, el Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica (MIDEPLAN) presentaba el último informe sobre el Índice de Desarrollo Social (IDS), un estudio en el que se muestran los distintos niveles de desarrollo de cada uno de los distritos y cantones del país. Este informe acusa un desarrollo heterogéneo, con marcadas diferencias entre las zonas urbanas, concentradas en la Gran Área Metropolitana (GAM) y las zonas rurales, y afirma que el entorno socioeconómico influye, entre otros factores, directamente en el rendimiento académico.
A esto se añade el último informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) 2014, en el que Costa Rica aparece ostentando el poco feliz puesto de haber sido el único país en Latinoamérica que no logró reducir la desigualdad.
“La desigualdad es un factor definitivo en el rendimiento. Es una variable tan importante que nosotros en el ministerio estamos cambiando la forma en que se realiza la planificación y la asignación de recursos de manera que uno de los elementos base son los distritos con menor desarrollo y que han sido declarados prioridad por el gobierno”, dice Sonia Marta Mora, ministra de Educación.
Pero no es una tarea fácil. Las diferencias de desarrollo en el país pueden ser abismales. Un estudio de Trejos y Saénz dibuja dos mundos opuestos. Chirripó es el distrito menos desarrollado del país, ocupando el último puesto en el IDS. Ahí, tan solo el 7% de los jóvenes de 20 a 24 años logró completar la secundaria en el 2011. El primer puesto de ese ranking, ocupado por Sánchez de Curridabat, vive una realidad muy distinta: el 94% de los jóvenes en ese mismo rango de edad, sí completaron la secundaria.
De hecho, ya el IV Informe Estado de la Educación, publicado el año pasado, había advertido de que solo el 35% de los estudiantes completa la secundaria sin verse afectado por alguna circunstancia de desigualdad. Pero estas diferencias sobrepasan las condiciones socioeconómicas, abriéndose brechas en distintos flancos. Uno de ellos es la diferencia en el rendimiento entre colegios privados y públicos.
En un análisis realizado por Actualidad Educativa, se comparó el promedio de la nota de bachillerato entre colegios públicos y privados desde el 2008 hasta el 2013. Durante ese período, por ejemplo, dentro de los 20 colegios con mejores notas, los privados ocuparon el 87,5%. Por el contrario, durante el mismo período, los colegios públicos ocuparon el 95% dentro de los 20 centros de secundaria con notas de bachillerato más baja.
En el análisis no se contemplaron los colegios científicos, ya que estos se salen del promedio y constituyen un caso aparte dentro de la educación pública que analizaremos más adelante.
Pero el último informe oficial del MEP sobre el rendimiento en las pruebas de bachillerato del 2014 arroja resultados que confirman esta disparidad.
Los colegios privados y subvencionados obtuvieron, en promedio, una promoción del 91,9% y 96,8% respectivamente, mientras que, del otro lado de la acera, los números cambian de forma radical. Los colegios públicos diurnos tuvieron una promoción del 65,1% y los técnicos un 69,3%. Los nocturnos siguen sufriendo los más bajos porcentajes de promoción, con un 51,7%.
Investigadores como Tania Mora, del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR) han ahondado en ciertos factores que inciden en el rendimiento académico. “Definitivamente las condiciones familiares se relacionan con el desempeño de los jóvenes”, dice Mora.
Isabel Román, coordinadora de investigación del Informe Estado de la Educación, coincide con la investigadora del ITCR. “Nosotros hemos llamado la atención sobre el tema de las desigualdades de origen, que tienen que ver con esas desigualdades que están fuera del centro educativo, desigualdades del contexto. Tiene que ver con clima educativo de los hogares; es decir, de qué tipo de hogar venís vos, si te tocó un hogar con clima educativo alto, de altos ingresos o un hogar de clima educativo bajo y de bajos ingresos; si te tocó nacer en la región Brunca o una zona indígena, o si tu papá es un gerente o un obrero agrícola”.
De acuerdo con el IV Informe del Estado de la Educación, “un joven proveniente de un clima educativo bajo tenía un 28,4% de probabilidad de terminar la secundaria, en tanto que para un joven de un hogar con clima educativo alto, esa probabilidad era de 75,5%”. El Informe le achaca al clima educativo del hogar ser la mayor fuente de desigualdad.
El clima educativo bajo es uno de los elementos presentes en distritos que padecen de exclusión educativa, es decir, con menos posibilidades de acceso a recursos. El Informe señala que el 64% de los distritos con mayor exclusión se concentran en las regiones Huetar Norte, Atlántica y Brunca. Lugares como Tarrazú, Guatuso, Los Chiles, Parrita, Matina y Siquirres sufren condiciones opuestas a los distritos con mayores oportunidades.
En la región Central se encuentran todos estos distritos. Los habitantes de lugares como San José, Curridabat, Montes de Oca, Tibás, Flores, San Pablo, San Rafael, Santo Domingo, La Unión, Goicoechea, Barva, Santa Ana y Heredia tienen mayores facilidades de acceso a opciones educativas de calidad y otros servicios, como transporte, electricidad y conexión a Internet.
También el Último Informe del Estado de la Educación, señala que existen factores internos que explican las diferencias en el rendimiento de los colegios, mencionando entre ellos la modalidad en la que opera (técnico o académico), el horario en que se imparten las lecciones (diurno y nocturno) y los recursos docentes e infraestructura, pero también indica factores externos relacionados con desigualdades de origen de los estudiantes y sus características socioeconómicas.
Así por ejemplo, a partir de los resultados de las pruebas PISA 2012, para medir las habilidades de los estudiantes costarricenses, se concluye que las diferencias en el rendimiento se deben más al clima educativo de los hogares, los ingresos económicos de los padres, el apoyo familiar y la actitud del alumno, que a la calidad de la educación recibida, ya sea en centros públicos o privados.
Diagnósticos sin efectos prácticos. Aun considerando el factor de la desigualdad, el rendimiento académico se explica por una diversidad de causas. Una herramienta vital para determinarlas y establecer estrategias de mejora son los diagnósticos. El MEP constantemente aplica pruebas diagnósticas, como las realizadas en sexto y noveno año, las mismas pruebas de bachillerato y, desde la pasada administración, las pruebas PISA, que se aplican entre los miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Sin embargo, estos diagnósticos no tienen un efecto práctico en el mejoramiento de la educación. “Hay una deuda muy grande a la cual nos hemos venido refiriendo, y es que no ha habido una estrategia en el MEP para aprovechar los resultados de las pruebas, es decir, leerlas de una manera rigurosa, pormenorizada por región para que sirvan como elementos de mejora”, confiesa Sonia Marta Mora.
La directora de la DEGC, Lilliam Mora, recalca esa deficiencia. “Los resultados de las pruebas casi no se usan en el sistema educativo, sobre todo han sido esfuerzos aislados de algunas direcciones regionales del MEP o algunos centros educativos.”
Para Tania Mora, la función de estas pruebas es precisamente determinar las áreas del conocimiento en que están fallando los estudiantes. Pero esta detección debería ir acompañada de acciones correctivas. Las pruebas deberían servir como un insumo para que los docentes tomen decisiones.
Por otro lado, Román considera que la información que se recogen en las pruebas y otros estudios realizados por el MEP, son insuficientes para conocer la realidad del estudiante y explicar su rendimiento. “En rendimiento, un instrumento muy importante y que no tenemos es información a nivel del estudiante. Cuando vemos la información que tenemos sobre el rendimiento, es información a nivel de centros educativos. Necesitamos información a nivel del estudiante que permite a los docentes y centros educativos ir previendo cómo van los muchachos, ir monitoreando desde el primer trimestre cómo le cómo les fue y no esperarnos a fin de año para tomar medidas que ya no pueden tomarse,” enfatiza.
Centros de enseñanza pueden hacer la diferencia. Juan Meneses, director del Colegio Científico de Cartago, habla con orgullo de los resultados de su institución. Desde el año 2011, el colegio ha estado entre los 10 primeros lugares de promoción y de notas de bachillerato del país. Es un honor que a menudo comparten los nueve colegios científicos que actualmente funcionan. Estos centros se salen de los promedios habituales, tanto de los centros públicos como de los privados.
“Uno de nuestros retos es que los estudiantes de primer ingreso logren alcanzar las exigencias de calidad de la institución. Por eso antes de empezar el curso lectivo, iniciamos una nivelación, pues aunque los estudiantes son seleccionados con una prueba de actitud, los contextos de los que provienen, el nivel de conocimiento matemático, de inglés, de computación, son muy distintos. Es decir, ellos pueden tener la capacidad, pero quizás no han recibido la formación adecuada, y por eso el colegio tiene este proceso de nivelación para garantizar el éxito académico y de cierta forma autoimponerse estándares muy altos.”
Meneses explica que a los estudiantes de primer ingreso se les realiza una prueba diagnóstica, y tres semanas antes de ingresar reciben cursos de matemática, computación e inglés con los contenidos básicos que deben dominar para que alcancen lo más pronto posible un nivel estándar. De hecho, están acostumbrados, afirma, a recibir estudiantes de zonas alejadas del país y de diferentes estratos socioeconómicos.
El director indica que los colegios científicos tienen la ventaja de manejar una cantidad de estudiantes inferior al resto de colegios públicos. En este momento, este centro educativo cuenta con 50 estudiantes. Esto le permite percatarse rápidamente de las necesidades de sus alumnos, y no necesariamente las académicas. “Aquí hemos tenido estudiantes sumamente pobres, pero son talentosos y ese es el requisito fundamental. Si los recursos no le permiten tener sus libros o venir al colegio, entonces nosotros se los damos, y buscamos que tenga las mejores condiciones para los laboratorios y las giras. Es nuestra obligación proporcionárselos.”
Para Román, los colegios científicos son la muestra de lo que se puede hacer para mejorar el rendimiento académico a partir de nivelar las desigualdades de origen. “¿Qué es lo que han hecho los países desarrollados para minimizar esas desigualdades? Ellos crearon un sistema educativo de alta calidad que nivele esas diferencias. Le apuestan a un preescolar de alta calidad que reduzca al mínimo las diferencias y nivele la cancha desde el principio.”
Para la coordinadora del IEE, el reto es que desde el inicio del proceso de aprendizaje, se comience a trabajar en esta nivelación.
“Esto es muy importante porque nosotros hemos dicho que el centro educativo tiene que hacer la diferencia. En un país como Costa Rica, donde más del 80% de nuestros niños y niñas van a centros educativos públicos, debemos tomar la sartén por el mango. Tenemos la capacidad de nivelar la cancha desde el principio porque la mayoría va al sistema público, pero necesitamos una enseñanza de alta calidad, docentes de alta calidad, que sepan manejar esa diversidad de chicos que les llegan y que puedan ponerlos a tono a todos. Entonces las diferencias que comiencen a operar sean las que se dan naturalmente, y que no sean porque vengás de una clase alta y yo baja.”

Más allá de la condición socioeconómica. Investigadores, informes y funcionarios coinciden en que el rendimiento académico es un fenómeno complejo, y los factores por los que los colegiales fallan en sus pruebas son diversos. Una buena parte pasa por distintos fenómenos de desigualdad que se han tocado en este reportaje. Pero el problema es mucho más amplio y difícil de atacar.
Ante los resultados en las pruebas de bachillerato del año pasado, Sonia Marta Mora ordenó un estudio para determinar las causas del bajo rendimiento en los colegios con peores resultados.
“Ha habido un avance importante que es mapear esos colegios y generar una forma de trabajo de las autoridades regionales con esos colegios. Me explico, en lugar de generalizar las causas y las razones, lo que estamos pidiéndole a los centros educativos por región, los que tienen menor rendimiento y problemas de exclusión, es que trabajen la planificación con una propuesta de mejora específica para ese centro educativo y esa región. Las medidas no pueden ser necesariamente las mismas que en Limón, o la zona sur o el área metropolitana”, explicó la jerarca.
Para Guiselle Garbanzo, investigadora en la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica (UCR), se debe desechar la idea de que una condición de marginalidad es una sentencia de fracaso educativo.
“La idea de que la gente que tiene más recursos económicos tendrá necesariamente un mayor logro educativo que los de más bajos recursos es falsa. Hay gente con condiciones socioeconómicas altas, estudiando en buenos colegios, pero que no tienen un buen rendimiento. Por el contrario, hay estudiantes con bajas condiciones socioeconómicas pero que son brillantes. Lo que sí es cierto es que quienes tienen mejores oportunidades educativas, tienen una tendencia a alcanzar un mayor logro educativo. Por eso los resultados hay que monitorearlos de forma constante durante años”, recalca Garbanzo.
Los Informes sobre el Estado de la Educación, las pruebas PISA y diferentes investigaciones, dan una luz sobre los factores que hacen que, al final de cinco o seis años en las aulas del colegio, un alumno que se ha preparado, que cree saber las respuestas y se supone debería pasar sin problemas las pruebas, no obtenga el preciado título. Y nuevamente son factores múltiples, que van desde la motivación del estudiante hasta la calidad del cuerpo docente.
Las pruebas PISA aplicadas recientemente en el país, señalan tres factores críticos que afectan el desempeño de los estudiantes. Uno es la alta inversión que hace el Estado en la educación. Otro se refiere a la formación académica de los padres y el tercero es la habilidad del profesor para lidiar con las situaciones en el aula.
Y cada uno de ellos representa un reto para el sistema educativo. Román señala como un logro importantísimo haber logrado el 8% de asignación constitucional a la educación. Sin embargo, es enfática en decir que ante la situación fiscal del país, es de esperar que no se invierta más de ese monto.
Agrega que eso obliga al país a ser más eficientes. “¿Y eso qué significa? Por un lado tener muy claras las prioridades: en qué vamos a invertir, en qué le estamos apostando. Y por otro lado implica tener instrumentos específicos para lograr la articulación entre esos logros y esos desafíos. Un poco como la bisagra, qué nos va a articular y permitirnos remontar”.
Pero mejorar el sistema educativo de forma integral y elevar así el rendimiento de sus estudiantes, parece ser un asunto que ya no le compete solo al MEP. Todos los especialistas y funcionarios consultados coinciden en algo: poner a Costa Rica en el camino de las naciones más avanzadas en educación es un esfuerzo país, y requiere de un compromiso de todos los actores involucrados. La articulación de acciones por parte del MEP, centros educativos, padres de familia, ministerios de Trabajo y de Salud, entre otros, es crucial.
Mientras tanto, Nicole evita echarles la culpa a los demás por sus resultados. Tiene el firme propósito de ganar el bachillerato y después buscar la forma de financiarse la universidad. Su sueño es ser ingeniera civil…